lunes, 18 de julio de 2011

Articulista - ¿Osama u Obama? - Francisco Pérez Fernández

FRANCISCO PÉREZ FERNÁNDEZ

¿Osama u Obama?

        Ellos dicen que le han matado. Y es lo único que tiene sentido de todo el embrollo peliculero. Afirman también que es el episodio final de una “guerra contra el terrorismo”, y ya nos adentramos en el disparate. El Derecho Internacional es explícito y concreto en estos asuntos y deja bien claro que un Estado sólo puede declarar la guerra a otro Estado… Ni a una persona, ni a una idea, ni a un grupo de particulares... De manera que declarar la guerra al terrorismo -que no es un Estado sino una actividad criminal- es, en sí mismo, una de esas tonterías grandilocuentes que decimos, arrebolados y enardecidos por las muchedumbres, en esos discursos henchidos de enormes bobadas.
        Y encima sin foto. Resulta que vivimos en el mundo de los recursos multimedia, de la imagen valiendo más que millones de palabras, y la nación que posee la primera industria cinematográfica mundial, no es capaz ni de mostrarnos un montaje cutre con el que documentar la gesta… Las tonterías encadenadas siguen: Sostienen que han tirado el cuerpo de Osama al mar “según el rito islámico”. Sorprendente. Ya es raro que la CIA no disponga de un puñado de dólares, no ya para contratar a un buen profesor de antropología, sino para comprar un ejemplar del Corán en la librería de la esquina.
        De las memeces y los disparates se pasa pronto al horror. Descubrimos que los Estados Unidos -estandarte de las libertades y baluarte de la democracia-, “tierra de libertad y hogar de valientes” (como proclaman al final del himno), han obtenido los supuestos informes que les han llevado a localizar a Osama mediante tortura; han violado el territorio de un país soberano; sigue el allanamiento de morada y el tiroteo de las personas que había en el interior de esa vivienda y, al fin, el reconocimiento de haber ejecutado al tal Osama admitiendo que estaba desarmado. Ni ley, ni justicia, ni derechos, ni juicio justo. En resumen, que los Estados Unidos han cometido exactamente lo mismo que cualquier militante de Al Qaeda: Un acto terrorista. Y cuando esos actos terroristas los ejecuta una nación por mediación de sus gobernantes y empleando las herramientas que la soberanía popular pone en sus manos -recuerden la cosa nuestra del GAL porque nos estuvimos subiendo por las paredes a costa del asunto-, se llama crimen de Estado.
        No podía esperarse otra cosa de un país que invade a otros como quien se va de parranda, u organiza una red de secuestros para llevar a ciudadanos libres, a los que no acusa de nada formalmente, y violando la confianza de terceros a los que llama eufemísticamente “aliados” (más bien siervos), a un campo de concentración y tortura (Guantánamo) para que permanezcan en un limbo legal, sin derecho a juicio ni defensa por los siglos de los siglos. No. No podíamos esperar otra cosa ya mandara el cenutrio de Bush Jr. o el tal Obama, pues al final resulta que este negrito bueno del África tropical no es otra cosa -ya lo advertimos muchos y nos hacían callar los simpáticos defensores de la corrección política- que el Tío Tom de la célebre cabaña.
        Del horror al terror: Europa ya no es lo que era. La ilustración y la modernidad que nos concedían esa jaleada superioridad ético-moral tan nuestra, se nos ha deslizado por la taza del váter y ya le andamos tironeando a la cadena. Nos parece bien el crimen de Obama. Nadie rechista, ni protesta ante la ONU, ni lo critica en la prensa, ni lo pone de vuelta y media en un mitin, ni hay un triste medio de comunicación en todo el continente que hable claro. No. Osama no tenía derecho a un juicio justo. Nos fuimos de Irak porque al bobalicón de ZP le parecía una guerra injusta, pero este despropósito ya no le parece nada, ni bien, ni mal (corre la comidilla de que es un pésimo profesor de la cosa jurídica lo cual, obviamente, debe ser cierto)… Nada que decir, por otra parte, de Rajoy y sus ‘compis’ de recreo: ver el uso demagógico que hacen del problema del terrorismo y sus variantes ya resulta esclarecedor (y estremecedor).
        Ni siquiera tenía derecho el tal Osama a que se guardaran por lo menos las apariencias más elementales. Y las preguntas son lógicas, molestas y convenientes. Tan repletas de aristas que preferiríamos -preferimos- no hacerlas: si nos parece bien que se cometan crímenes de Estado con luz y taquígrafos, que los gobiernos pisoteen los derechos más elementales y los principios básicos de la más ramplona de las justicias, ¿quién está entonces a salvo? ¿Qué podemos esperar de naciones que jalean el terrorismo para perseguir a los terroristas? ¿Derechos? ¿Libertades? ¿Equidad?... Hay que entenderse; Osama Ben Laden era un criminal sin tacha ni enmienda, pero a muchos nos habría gustado verle sentado ante un tribunal como es debido y con todas las garantías porque justamente eso, fíjense qué tontería, es lo que nos diferencia de él. Lo que nos coloca en el lado de “los buenos”.
        Sí, ya: “El mundo es más seguro sin Osama”. La consigna es divertidísima (tronchante). La repiten en todas las cancillerías del mundo como un mantra con el que alejar a los malos espíritus de la vergüenza. Ayer el mundo era más seguro sin Hitler, sin Somoza, sin Ceaucescu, sin Pinochet, sin Milosevic o sin Saddam-Hussein… y hoy sin Osama, y luego sin Gadafi, y pasado mañana sin Perico el de los Palotes. El mundo siempre será más seguro sin alguien coyuntural a quien convenga quitarse de en medio. Pero, la verdad, no parece que un mundo en el que un comando puede tirar abajo la puerta de tu casa en medio de la noche y pegarte un tiro en la boca sin dar explicaciones, sin que nadie las pida en tu nombre, sea un lugar seguro. Ni un mundo en el que el personal pueda ser torturado, pisoteado, vapuleado y roturado. ¿Y saben por qué?: Pues precisamente porque esa es la clase de mundo que querían -y quieren- los tipos como Osama (¿o era Obama?). Un mundo en el que todo da lo mismo y en el que cualquier medio se justifica por su fin.
        ¿Te ríes? Cuidado: tal vez mañana algún funcionario decida que el mundo podría ser más seguro sin ti. Y ya verás qué risa. Ya ha pasado antes. Pasa ahora. No deja de pasar porque nos hace gracia. Porque siempre les pasa a otros. Y lo llamáis justicia. Ahora entiendo por qué no os importa que os humillen antes de subir a un avión.

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