miércoles, 16 de noviembre de 2011

Articulista - Vencer a la semántica - Francisco Pérez Fernández

FRANCISCO PÉREZ FERNÁNDEZ

ESCRITOR Y PROFESOR UNIVERSITARIO

Vencer a la semántica

        Ha ocurrido lo que tarde o temprano tenía que ocurrir. Lo que muchos ya veníamos barruntando en el horizonte desde hacía meses. ETA dice ahora que lo deja. No habla de “treguas” ni recurre a aquellos del “alto el fuego provisional”, sino que se expresa en términos enteramente nuevos para decirnos lo del “cese definitivo de la violencia”. Y lo dice como siempre, con la parafernalia cutre y antigua de la boina y la careta, con el rollo palabrero de toda la vida y sin reconocer que esto es no es otra cosa que una rendición a la evidencia. La crónica de una muerte anunciada e inexorable. Es un discurso de malos perdedores, pero resulta innecesario explicar que nadie pierde a gusto.
        Lo dice recurriendo a todas las trampas semánticas de costumbre. A los significados confusos. Con toda la artillería ideológica: “conflicto”, “lucha armada”, “enfrentamiento”, “cuestión política”, “solución negociada” y etcétera. Qué remedio. Sería muy complicado que cuarenta y tres años después, tras ochocientos y pico muertos a sus espaldas, centenares de presos, impuestos revolucionarios por doquier, secuestros horrendos, miles de millones de euros invertidos en lucha antiterrorista… centenares de miles de vidas destrozadas en una espiral infame de odio, extorsión y terror, vinieran a reconocer que tanto, que todo, no ha valido de nada. Para nada. Que se van sin nada porque no sacan adelante nada de lo que pretendieron. Es cierto. Cuarenta y tres años después despertamos del sueño para comprender que ETA nunca debió nacer, que incluso debió dejarlo cuando tuvo la ocasión -y ha tenido varias. Pero las cosas sólo pueden ser como son, y aquí estamos. De nada sirven las ficciones cuando se tienen delante los hechos.
        ETA no nos hace favor alguno largándose. Por supuesto que no. Esta es otra trampa semántica, otro retorcimiento de los significados, en la que no debemos caer. Simplemente se va porque no puede más, porque la hemos estrangulado, porque no hemos jugado a su juego ni hemos querido hacerlo jamás. Que se marchen diciendo lo que quieran, pataleando y chinchando, pero que se larguen. Les hemos vencido en nuestro terreno, con la razón, con la democracia, con el sentido común, con la ley. Sí. Les vencimos. Por eso mismo no debemos atraparnos a nosotros mismos en nuestra propia semántica derrotista y castrante de las “trampas”, los “rearmes” y demás estafas ideológicas. Dicen que lo dejan, pues que lo dejen. Sin más. Sin menos. No hay mal que cien años dure y punto redondo.
        No permitamos, obviamente, que se utilice a las víctimas como moneda de cambio. Los dolientes -y hay muchos y de muchas ideologías y procedencias, no lo olvidemos- no son el negocio de nadie y no deben ser empleados en retórica artera de clase alguna. Respetemos y protejamos a las víctimas del terrorismo de la mejor manera posible: sin arrogarnos el derecho -que no tenemos, que nunca tuvimos- de hablar por ellas, para ellas o en nombre de ellas. También debemos superar esta tentación semántica de confundirnos en un “nosotros” irreal, falsario y confuso.
        Está claro que a lo largo de estos cuarenta y tres años ETA ha vivido para sí misma y sin contar con nadie más, pero no son pocos los que se han aprovechado de sus actividades perversas para montarse una vida parasitaria en torno a ellas. Imagino que ahora mismo muchos malos políticos, muchos pésimos periodistas, muchos espantosos tertulianos, muchos horrorosos columnistas andan preguntándose de qué van a hablar ahora, que defenderán ahora, cómo nos liarán ahora, con qué agredirán al rival ahora. Se les está acabando el disco. Se les termina el tema de conversación recurrente y el horizonte les pinta en negro. No me extraña que les rechinen los dientes, pues se les disuelve esa semántica perversa de la que han comido toda la vida. Insisto: no hay mal que cien años dure y punto redondo.
        ETA lo deja porque pierde y nosotros hemos de sentirnos orgullosos porque ganamos y lo hacemos en buena lid, sin renunciar a nuestros principios, a los Derechos Humanos, a los valores y las libertades elementales que nos justifican e identifican. Vencemos como señores y dando una lección al mundo. No hemos necesitado -ni querido- torturar, matar o trampear las leyes para vencer. No nos hemos dejado arrastrar por los discursos extremistas ni hemos caído en la trampa de la violencia y la represión que se nos ha querido tender, a la que se nos ha intentado una y mil veces empujar. Y por eso el tiempo nos ha dado la razón. Qué contrastes tiene la vida: el mismo día que nosotros vencemos a ETA desde la democracia y la ley, los libios se liberan del terror con una ejecución sumaria. Los hay que no aprenden ni escarmientan, pues es una constante histórica que cuando los libertadores se comportan como los tiranos las cosas solo pueden ir mal.
        Ahora el reto es vencer a la semántica, liberarnos de las palabras retorcidas y de los significados falsificados, de cuarenta y tres años de discursos filosos y verborrea desgastada. El reto es tener la prudencia de saber escuchar y saber decir sin cerrar puertas ni marcar las cartas. Porque mucha será la tentación, y por parte de muchos, de tender trampas, sembrar discordias, falsear realidades y procurar la involución de un paso que debiera ser irreversible, pórtico desde el que conducirnos a otros definitivos.
        Hemos sabido vencer a la fuerza. Ahora tenemos que triunfar sobre el verbo.

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