jueves, 25 de agosto de 2011

EDITORIAL

¿Quién se hace responsable?
        En España se abre otro debate, el de la seguridad en las ferias, siendo claro ejemplo la tragedia ocurrida en Villacañas, cuando uno de los cuatro brazos de una atracción caía a plomo, provocando la muerte de tres jóvenes de nacionalidad rumana.
        Desde el año 2000, dieciséis personas han perdido la vida en España víctimas de las atracciones, unas veces cuando estaban en marcha y otras como consecuencia de cortocircuitos, pudiendo obedecer a un inadecuado control del Colegio Técnico, dado que se habla de unas inspecciones periódicas poco rigurosas, en las que los ayuntamientos poco pueden hacer por carecer de técnicos, teniendo que recurrir a empresas, con ingenieros industriales, para realizar la inspección y emitir el correspondiente certificado.
        Ante este panorama, cabe preguntarse cuál es la seguridad de las atracciones de feria, algo planteado desde la Organización de Consumidores y Usuarios, lo que le impulsó a elaborar un estudio donde se detectaron muchos incumplimientos, teniendo en cuenta que las revisiones, muchas veces, se realicen desde talleres privados sin ningún tipo de garantías.
        La cuestión es por qué no se hace un control más riguroso de las instalaciones ambulantes, en vez de limitarse a una indagación visual dado que es difícil detectar si una pieza está a punto de romperse, si es demasiado vieja, tiene algún defecto en su diseño o si es adecuada la instalación eléctrica y mecanización para evitar males mayores o el hilo conductor hacia un fatal desenlace.
        Ya se sabe, la mayor responsabilidad corre a cargo del titular de la atracción, quien debe tener contratado el seguro de responsabilidad civil, seguido de los vendedores del aparato y finalmente los organismos públicos. Luego, en caso de tragedia, solo queda en un sumario judicial y una indemnización para los afectados. Después, «a otra cosa mariposa».
        Dejando a un lado este tipo de accidentes, relativamente frecuentes, no hay que desdeñar, por contra, el trabajo y el sacrificio que realizan los feriantes en cada uno de los pueblos donde se instalan para que los ciudadanos puedan disfrutar de las fiestas patronales. En muchas ocasiones, especialmente en localidades de menor entidad, tienen que padecer, no sólo las inclemencias atmosféricas, sino la mala adecuación de los recintos, carentes de los servicios imprescindibles para realizar su trabajo, como aseos, pavimentación, los necesarios puntos de luz o de agua, entre otros, para desempeñar efectivamente las funciones de sus casetas, bares o atracciones.


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