jueves, 25 de agosto de 2011

Articulistas - Cavilaciones en Ruidera: Cuando un hombre (del Bonillo) se ahogó en el 59 - Salvador Jiménez Ramírez

SALVADOR JIMÉNEZ RAMÍREZ
ESCRITOR E INVESTIGADOR

Cavilaciones en Ruidera
Cuando un hombre
(del Bonillo) se ahogó en el 59

        El día de aquella gran fiesta nacional, cuatro o cinco muchachuelos, regresábamos de perseguir conejos, “tan alegres y contentos”, con los avellanados y casi venerados cayados de coscoja y nuestros perros. Y unos cuantos ejemplares capturados, con el fin de preparar rancho (y después francachela) en La Fuente del Molino; nevera natural y única que había entonces en la aldea. A la pequeña pandilla (por aquello de la minoría de edad, que casi nunca suponía gran impedimento para ser sancionados o citados por la justicia), solía agregarse algún mocetón pacato pero tunante, cuya compañía nos insuflaba sensación de protección y osadía. Aquel día, tan ufanos o “campantes”, no nos ocultábamos de nadie, (por el audaz furtiveo) incluidas autoridades; sus correveidiles, emisarios y correligionarios, seguros de que en aquella jornada festiva, los guardas de cotos, “civiles” y alcaldes eran tolerantes, si la acción era por justa causa del régimen y para propugnar y reverenciar la celebración de la festividad del Diez y Ocho de julio. Día aquel, de solemnidad y zambra, en el que populacho, (que lo éramos todos) nos sentíamos identificados, sin crispaciones manifiestas, con el sistema impuesto. Aquel era el día de falsear ideales, (que no lo eran tanto si no enconos, disquetes y sañudas tozudeces) conciencia y hambre; zampando y pimplando zurra y vino “a palo seco”. Sin más afanes y delirios de equidad y razón de los que pudiera tener un pavo, la gente, nos pasábamos el día y gran parte de la noche porfiando (principalmente los mozos y jóvenes casados), de la fuerza que tenían “boleando” con bolas de hierro; en el tiro de la cuerda y del garrote; que consistía en que, dos individuos sentados y un palo agarrado, tiraban hasta que uno u otro era “llevado”, levantando el trasero del suelo, al hacer de tope los pies de ambos. De lo que más se jactaban era de lo que aguantaban bebiendo y de lo que desarrollaban en el tajo (cuando lo había). Y renegaban del matrimonio, blasfemando y rompiendo vidriado, cuando las consortes les prevenían que dormirían “aparte”, por la borrachera que tenían aquella noche… “Y lo que te rondaré morena…”; les respondían balbuceando, en tono jocoso, algunos cónyuges, tratándolas de arpías. Pero todos salmodiábamos, con empalagoso empeño, al alzamiento y liberación de la patria. Y que de haber sido distintos los resultados de la contienda, igualmente habríamos trovado, sin más ánimo que la permanencia…
        Unas mujeres del parabién, con gestos de rutinas y chabacanos chinchorreos que alivian aflicciones del ser, nos echaron el ojo a los chaveas, con cierta indiferencia, por andar comadreando con un tema mayor, y funesta, enjundia… Iban, venían; entraban en las casas, salían y en enérgico simposio se apelotonaban intranquilas… Avispadas y aceleradas, aprestaban todas sus entendederas a un tráfico suceso; con tanta agitación de espíritu, como en otras angosturas y desasosiegos de la existencia, se abre el alma.
        Un sujeto forastero, tal vez un arriero hospedado en la posada; muy caviloso, con mirada de desconfianza por lo mucho vivido y padecido, obviaba comentarios cargados de enredijos y entresijos… En su mente “deshilachada”, se agitaban y sosegaban derrotas, victorias, verdades, mentiras, escarmientos y sentimientos. Tal vez, su consciencia le dictaba que, en el reglamente de régimen interno de la vida, la virtud no estaba contemplada. Cuando alguien gritó: ¡vivaaa...!, el ambulantón dio la espalda a quien vitoreaba; con la amargura en su rostro de haber perdido hasta lo no conseguido.
       En “El Terrao” de la Casa del Rey y en las inmediaciones de los accesos a Las Lagunas, a la sombra de muros y árboles, el bochinche y los comentarios, por momentos escandalizados, de que una persona se había ahogado, se extendían por el ámbito. Unas madrazas impulsivamente protectoras, desde “El Terrao”, encaradas hacia la Laguna del Rey, desgañitándose como tenían por norma, conminaban a que, “deprisa y corriendo”, compareciera ante ellas la más menuda chiquillería que, unos, chapoteaban y trepidaban en el excesivo aprendizaje de flotar y bracear en el agua, y otros entre los carrizales y riachuelos, enzarzados con la pesca, y en Las Eras entre la mies y en la trilla; descubriendo emociones idiosincráticas para la singladura de toda una vida… Y las cobijadoras madres gritaban: “¡… (…) Y veniros volando que hoy se achicharran hasta las piedras…! ¡Veniros ya de ese resistidero, que de tanto baño estáis con unas canillas como sarmientos…! ¡Veniros ya de una vez, que hoy la tentación anda suelta; que por las lagunas de arriba se ha ‘ahogao’ gente forastera…!”. “¡Qué tentación, ni que hostias -contradecían unos sujetos que, formando corrillo cerca del altozano del augusto caserón, se apresuraban para chapucear sobre el sucedido-, la tentación es, que viene algún ‘ganaete’ bastante ‘tontete’ y ‘envalentonao’; unos cabezas de chorlito, con menos luces que un eslabón de corcho… Y como por ahí hay pueblos que ‘aonde’ más agua han visto junta ha ‘sío’ en un lebrillo y vienen de la siega y de la trilla achicharraos y ‘bascando’, y con más cazcarrias que la tomiza de un jamón, en cuanto guipan y ventean esta hermosura de agua, ¡haaala!, ¡cataplum!; se zampuzan como si fuera un tiesto la laguna… Y encima con el buche lleno… Que ‘paece’ que les falta tiempo… Yyyy, ¡claro!, les pasa lo que les pasa..., que algunos doblan el ala… Y que se dejen de tanta zarandaja, de que si hay barrancos aquí y remolinos allí que se tragan a la gente que se tira al agua. Que ‘to’ eso son embrollos de quien no conoce esto… Lo que hay que tener es más respeto y tiento y menos cantaleta… Aunque hay quien tiene mala suerte y le pilla la hora mala, y sale de su casa ‘pa’ pasar un día en amor y compañía, y con lo que se topa es con la muerte… Pos dicen que es del Bonillo el hombre que se ha ‘ahogao’ en la laguna Santo Morcillo. Y que le han ‘avisao’ a Ulpiano “Calabazo” ‘pa’ que lo saque y así la familia no tiene que estar esperando, con el corazón ‘sansío’, penando, al tercer día, a que flote el cuerpo…”.
        Chapurreadas pesadumbres de la proyección de la humana vida… Consideraciones de la esencia de la rusticidad y llaneza del discernimiento… Sensaciones y gestos máximos del alma… Invocaciones y ásperas sugerencias a santos y dioses para que ahuyentaran desgracias, sombras malignas y espantos. Y acogieran en su, celeste, seno, las ánimas de aquellos fatalismos.
        El misterio que traía el fisgoneo y el tormento, sondeando y agitando el espíritu, se los llevaba para convertirlos en olvido…

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