lunes, 18 de julio de 2011

Sección 'Rincón de la Salud'

MONTSE FERNÁNDEZ ALONSO
(Diplomada en enfermería)

El dulzor en la sangre:
diabetes mellitus


        La diabetes mellitus es una enfermedad tan antigua como el hombre y la primera referencia histórica data del siglo XVI antes de Cristo de un pequeño papiro descubierto en una tumba egipcia en Tebas y donde se describía una enfermedad caracterizada por abundante emisión de orina. También fue descrita por chinos, hindúes y turcos, sin embargo no fue hasta 1889 cuando se creó un interés mundial en descubrir la sustancia, llamada insulina, cuya falta en nuestro organismo ocasionaba la enfermedad.
        Me parece importante reseñar el origen etimológico de estas dos palabras pues nos va ayudar a reconocer los síntomas clásicos de esta dolencia. La palabra diabetes procede del griego que significa salir a través de, salir con fuerza y el signo más característico de la diabetes es orinar de forma excesiva y el término mellitus procede del latín que significa dulce como la miel y la orina de una persona diabética tiene demasiada glucosa, o azúcar como coloquialmente lo conocemos.
        Deben saber que existen varios tipos de diabetes: tipo 1, tipo 2 y gestacional y los síntomas clásicos, cualquiera que sea su tipo, están en relación con un nivel elevado de glucosa en sangre, debido a la falta de insulina, que es la hormona fabricada por nuestro páncreas en condiciones normales y que se encarga de mantener en perfecto equilibrio  la glucosa en el torrente sanguíneo. Este exceso de glucosa nos causa deshidratación interna pues eliminamos el azúcar sobrante junto con la orina, además de sales minerales y agua, esta situación a su vez produce la sensación de sed, otro síntoma significativo de la diabetes y en consecuencia aumenta la ingestión de agua.
        El ser humano en un sentido muy general está compuesto de millones de células que requieren energía para poder funcionar y la energía se la aporta la glucosa, que al eliminarse sin ningún control hace que la persona diabética se sienta débil, sin fuerzas y como las células se encuentran hambrientas también aparece la sensación de hambre. En resumen se orina, se come y se bebe más. Sin embargo, estos síntomas clásicos de la diabetes no siempre están presentes y muchos pacientes buscan atención medica por síntomas inespecíficos como debilidad, cansancio, astenia y malestar general y al hacerles un examen analítico se detectan niveles elevados de glucosa en sangre y en orina.
        Brevemente les describiré los dos principales tipos de diabetes para que puedan tener una idea general de las características que las definen. La diabetes tipo 1 se presenta generalmente en menores de treinta años y probablemente exista pérdida de peso y aparezcan los síntomas clásicos descritos anteriormente, es la llamada, hace unos años, diabetes juvenil o insulinodepen-diente. La diabetes tipo 2 aparece a partir de los cuarenta años y probablemente el paciente tenga antecedentes familiares de diabetes, exista sobrepeso u obesidad y los síntomas hayan aparecido progresivamente, además de existir síntomas inespecíficos, es frecuente que se de conjuntamente en personas con poca o nula actividad física, hipertensión arterial y colesterol alto.
         Las complicaciones crónicas que pueden derivar de un mal tratamiento o de la detección tardía son entre otras la afectación de las grandes arterias con el consiguiente peligro de infartos de miocardio, accidentes cerebro vasculares (ACV). También se daña la retina y la persona con el paso de los años puede padecerse ceguera, afecta a la función renal con probable cese de la misma y necesidad de diálisis o trasplante renal y de gran importancia resaltar lo que se denomina pie diabético con  riesgo de ulceración de cualquier herida o lesión en el pie y posible amputación del mismo.
         Con respecto al tratamiento es esencial seguir unas medidas terapéuticas sencillas que dependen de nuestra voluntad por adquirir unos hábitos saludables y que engloban llevar una dieta adecuada, que nuestro enfermero/a puede facilitarnos, hacer ejercicio físico suave de forma continuada, seguir el tratamiento médico prescrito y hacernos los controles analíticos oportunos.
        Nunca olviden que quien mejor nos puede asesorar sobre nuestro tratamiento en cualquier enfermedad es nuestro médico y enfermero/a de referencia, «lo que para mi vecino le va bien para nosotros puede ser el mayor desastre».

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