miércoles, 30 de marzo de 2011

ARTICULISTAS - Dicen que pasa - Francisco Pérez Fernández

FRANCISCO PÉREZ FERNÁNDEZ
(ESCRITOR Y PROFESOR UNIVERSITARIO)

Dicen que pasa
        Dicen que pasa esto, o aquello. Dicen, esos que siempre nos dicen cosas porque no paran de contar, que saben lo que pasa, que nos cuentan lo que pasa y que si algo no lo cuentan es porque no pasa. O no ha pasado. O no va a pasar. Lo llaman “informar” en el colmo del optimismo. A ver si me explico: dicen que ocurre algo que a ellos les interesa que se sepa tal y como les conviene. Y dicen que eso es la “libertad de prensa” cuando en realidad, bien mirado, no parece otra cosa que libertad para contar trolas, para vender la burra y para arrimar el ascua a su sardina.
        Pero no es sólo que manipulen los hechos para contarlos como les parece -bastan diez minutos de cualquiera de esas tertulias inaguantables, o de esa indignidad a la que llaman “noticiarios”, para reventarse de la risa-, sino que pasan también cosas que ellos no dicen. Millones de ellas. Cosas que nadie relata que pasan pero que, curiosamente, a muchos nos importan, nos interesan y nos llaman la atención.
        El otro sábado, sin ir más lejos, hubo un partido de rugby en la cancha central de la Ciudad Universitaria de Madrid -la que cuando juega la Selección Española llaman Estadio Nacional. Nos enfrentábamos a Portugal, un equipo superior al nuestro, y resulta que el “XV del León” -nosotros- ganamos el partido por 25 a 10. Una victoria histórica por lo que supone de punto de inflexión deportivo para nuestro rugby. Y habrá quien diga que ese deporte no vale nada, y yo le digo que en mi modesta opinión no tiene ni idea de lo que dice, pero no voy a esos debates marginales ahora, que para los gustos están los colores. Voy a lo otro. A lo del silencio. Digo que España jugó un partidazo, que se ganó, que estábamos en la grada unas 9.000 personas para disfrutar del espectáculo… Y que no se enteró nadie porque ningún medio de comunicación perdió ni quince segundos en contarlo. De hecho, estoy seguro de que tú, lector, acabas de enterarte porque yo te lo cuento. A decir verdad, ni siquiera tienes demasiada idea de que eso llamado “rugby” exista. Es más, si lo sabes estoy convencido de que no sabes cómo se juega y crees -craso error- que no consiste en otra cosa que un montón de tíos fuertotes pegándose empellones y mamporros.
         Insisto, me da igual que no te guste el rugby o que no te interese. No te desvíes de lo relevante. Digo que voy a lo otro, a lo del silencio, a la ocultación de la realidad, a la desgracia terrible que supone vivir en un mundo en el que nos creemos informados de las cosas por la simple -y estúpida- razón de que unos tipos nos dicen que nos informan. Lo dice la tele, lo dice la radio, lo dice la prensa, lo dice internet. Los límites de la realidad han quedado clausurados en el trajín de lo que se transmite por un medio de comunicación… Hay quien dice que se nos manipula, pero eso no es más que una tontería. No hay nada que manipular, pues ya basta y es más barato con contarlo mal o, simplemente, con no contarlo. No llaméis manipulación a lo que no es más que simple desinformación.
        Yo estoy seguro de que cuando un periodista dice en la televisión tonterías como la de que nuestro Código Penal presente es más blando a la hora de repartir y aliviar penas que el franquista -cuando es objetivamente mentira y remito a cualquier curioso a la lectura-, no lo hace a mal hacer. De hecho, y esto es lo trágico, estoy plenamente convencido de que no lo dice bien porque ignora la verdad al estar él mismo revuelto en la misma red de medias verdades y ocultaciones que el resto de los mortales. Y con él, de rebote, la ignoran todos los que le prestan atención, con lo cual el mal se multiplica y retroalimenta. Y lo mismo me sirve para las chorradas que se dicen sobre el Estado de las Autonomías, o sobre la Ley del Menor, o sobre la crisis, o sobre la risible conspiración que se inventaron cuatro cachondos para convertir los atentados del 11-M en una extraña e indemostrable confabulación. Porque se informa mal en la misma medida que se convierten meras impresiones, simples opiniones, convicciones o pálpitos, en noticias. En lo que pasa. Peor: si a los medios y sus dirigentes no les interesan las cosas que pasan en un momento dado -como mi partido de rugby- sucede que simplemente no pasan porque no las cuentan y entonces tampoco opinan, ni dicen. No ocurren.
        Así es como nos transforman la realidad de todos los días en esas chácharas políticas tan inaguantables como poco sustanciales, insoportables rollazos meteorológicos, toneladas de horas de fútbol, quintales de prensa rosa y diez minutos de análisis sobre la tragedia de turno, la guerra de rigor y el suceso ominoso de moda. Por detrás de todo eso, por supuesto, hay un mundo infinito sucediendo, latiendo, pasando, palpitando. Un mundo que se mueve sin que nadie hable de él o lo analice con un mínimo de rigor. Un mundo que nunca ha pasado, ni pasa, ni pasará, porque nadie nos “dice que pasa”. Escucho a diario -sí, qué cruz- diatribas terribles de los adultos responsables acerca de lo malo que es el sistema educativo actual y de los destrozos que produce en las pobres mentes infantiles. Pobrecillos. No se dan cuenta de que las indigestiones de televisión, de radio, de periódicos, de blogs manipulados que consumen a diario les hace exactamente lo mismo a ellos.
        Asumidlo para cambiar: no sabéis lo que pasa.
        Ni os dejan, ni importa.


No hay comentarios:

Publicar un comentario