DAVID BERMÚDEZ NIETO
El esguince de tobillo
Bienvenidos a este nuevo espacio en el que trataremos, de forma sencilla, las patologías más frecuentes relacionadas con el ámbito de la fisioterapia. Para este número, abordaremos el esguince de tobillo.
¿Qué es?
Un esguince es la rotura total o parcial de uno o varios ligamentos de una articulación del tobillo. En función del ligamento dañado, hablaremos de esguince del ligamento lateral externo (LLE), esguince del ligamento lateral interno (LLI) o esguince de los ligamentos interóseos, siendo el más común e importante el del LLE.
En función de la gravedad del esguince, se establecen los grados de: Grado I o distensión de ligamento: rotura de pocas fibras del ligamento; Grado II o rotura parcial: rotura de la mitad o más de las fibras del ligamento y Grado III o rotura total: de todas las fibras del ligamento.
Cuáles son sus causas más frecuentes
Para que haya un esguince tiene que haber, previamente, un desplazamiento forzado hacia dentro o hacia fuera del pie, distendiendo o rompiendo los ligamentos de la cara interna o externa del tobillo.
La sintomatología se detecta en el dolor, inflamación, imposibilidad de mover el tobillo y de caminar, así como hematoma (en muchos casos). Dependiendo del grado del esguince, los síntomas son más o menos intensos.
Tratamiento
En cuanto al tratamiento una vez diagnosticada la lesión, depende del grado del esguince.
En esguinces grado I el tratamiento es: reposo, hielo (durante las primeras setenta y dos primeras horas), inmovilización-compresión durante tres o cuatro días mediante vendaje compresivo, elevación del pie, antiinflamatorios y analgésicos (si el médico lo cree conveniente), sin olvidar la rehabilitación (entre una y tres sesiones, aconsejable con fisioterapeuta).
La rehabilitación puede comenzar al día siguiente de la lesión. y los objetivos de esta, consisten en reducir la inflamación, recolocar los huesos del tobillo, ya que siempre que hay un esguince se produce una descolocación de los huesos del pie (como astrágalo, calcáneo, cuboides-escafoides y cuñas.) Esta descolocación es la que impide que podamos caminar.
En esguinces de grado uno y dos, una vez cicatrizado el ligamento, es necesario recolocar estos huesos mediante manipulaciones osteopáticas (movimientos que alinean y dan movilidad a las articulaciones dañadas), realizadas siempre, por un fisioterapeuta osteópata.
Después, se debe fortalecer la musculatura implicada en las articulaciones del tobillo.
Con este tratamiento, la recuperación para realizar las actividades de la vida diaria (AVD) puede ser entre tres y siete días.
En esguinces grado II, el tratamiento es el mismo, excepto en lo relativo a la duración de la inmovilización-compresión, de siete a diez días mediante vendaje compresivo. La rehabilitación se realiza a lo largo de cinco a seis sesiones, pudiéndose comenzar al día siguiente de la lesión, teniendo en cuenta que los objetivos de la rehabilitación son los mismos.
Con este tratamiento, la recuperación para ejercer las AVD suele ser de tres a cinco semanas.
En esguinces grado III, se necesita inmovilización con férula o yeso durante unas cuatro semanas, reposo, elevación del pie, antiinflamatorios y analgésicos (si el profesional lo estima conveniente) y rehabilitación con cinco a ocho sesiones, después de la inmovilización. Los objetivos son los mismos que en el caso de los esguinces grado uno y dos.
Con este tratamiento, la recuperación suele durar cinco y siete semanas.
Consejos y forma de actuar
Primero, acudir al médico o fisioterapeuta, al ser los que van a diagnosticar la lesión mediante examen físico y anamnesis (recogida de datos relevantes acerca de la forma en que se produjo la lesión). En ocasiones, es necesario realizar radiografías para descartar una lesión ósea. En cada caso, los profesionales darán las pautas a seguir, en función de la rapidez a la recuperación, grado del esguince y la actividad de cada persona.
Segundo, prestarle la atención adecuada a pesar de tratarse de una lesión leve y, en la mayoría de los casos, se cura sin problemas. Si no se atiende, puede provocar inflamación permanente, dolor, inestabilidad articular, pudiendo derivar en calcificaciones del ligamento y alteraciones artrósicas.
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