martes, 27 de diciembre de 2011

Articulistas - Adolescentes - Andrés Cañas Hernández

ANDRÉS CAÑAS HERNÁNDEZ
Escritor y voluntario AECC 

Adolescentes


(La crucial adolescencia o “edad del pavo”)

        Entre 1934 y mediados los cuarenta del siglo pasado ( XX) a quienes en aquellos años vivíamos el periodo adolescente, en especial a los que habitábamos la España rural, la agraria y la vez rústica, a poco que ahora forzáramos la memoria traeríamos a nuestro recuerdo episodios tan pintorescos, tan particulares -por no darles otro nombre- que justificarían nuestras carencias de personalidad. No solo por las huellas que nos dejaran los horrorosos tres años (1936-1939) de la Guerra Civil; casi sin escolarizar (faltaban colegios y educadores) y con el peso del dolor que nos produjo a todos la larga lista de bajas humanas (hombres jóvenes caídos en las trincheras, condenando con ello a millares de viudas e infinidad de niños y adolescentes huérfanos a la miseria y al hambre…) añadiendo a todo ello lo que se sufrió -que no fue poco- en una post-guerra que no parecía tener fin, también estaría justificada la actitud de nuestros mayores de cara a elevar el ánimo y seguir luchando para sobrevivir a la dificultad e intentar superarla en la medida que nosotros íbamos creciendo e íbamos siendo conscientes de que costaría mucho vencer las desgraciadas consecuencias que produjo en la población tan horrible y largo periodo de carencias básicas. Con lo cual, la falta de preparación en los jóvenes nos limitaba la capacidad de decisión para salir hacia lo desconocido, por temor a no encontrar nada mejor que lo que estábamos viviendo. Por lo que esa actitud sumisa, que tantas veces nos hemos reprochado algunos, nos mantuvo resignados al destino o suerte de cada uno dentro del ámbito familiar -doméstico diría yo- y por tanto carente de un mínimo de ambición. Hay que señalar, sin embargo, que al terminar la guerra, muchas fueron las familias que por el solo hecho de tener algún miembro con antecedentes contrarios al nuevo régimen (por temor a ser represaliados) emigraron fuera de España. Se exiliaron en diversos países de Europa y América, y algunas de ellas se integraron en el país de destino y no volvieron si no era de vacaciones.
        Al comienzo de los años cincuenta, es decir, tres lustros después de la guerra y con mayoría de edad, sin el favor formativo que exige la adolescencia, los jóvenes de entonces comenzamos a entender que en nuestro país no estaban agotadas las posibilidades de encontrar un futuro mejor y que todo era cuestión de arriesgarse y salir a su encuentro sin necesidad de traspasar fronteras. De ahí que en esos años se deshabitaran cantidad de pueblos pequeños, y parte de otros menos pequeños de esa España rural y rústica, trasladándonos muchos hombres y mujeres incluso familias enteras a otras zonas tradicionalmente más prósperas donde el porvenir era, también, más asequible.
        Sin embargo y gracias al progreso del Agro español, el abandono del campo no solo ha disminuido, si no que amparados en la mecanización de los trabajos agrícolas; los modernos medios de comunicación y de transportes, así cómo la comercialización de sus productos y por supuesto a los derechos sociales conquistados en estos años de democracia, el campo comienza a recuperar a mucha gente (descendientes algunos de familias emigrantes) a su lugar de origen, con la ventaja de que es gente formada, menos rústica que la que -muy a pesar nuestro- tuvimos que abandonar el lugar donde aun tenemos nuestras raíces.




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