MARIA DEL PILAR GÁNDARA MORATILLA
Comercial y periodista (Madrid)
El espíritu navideño
Cuando se acercan las fiestas navideñas, en pleno mes de diciembre, cabe cuestionarse qué significan estas fechas. La realidad es que la mayor parte de las personas se dedican a comprar compulsivamente, regalos, juguetes y perfumes, entre otros, abarrotan los supermercados y llenan carros de comida. Nos volvemos locos buscando un detalle y adornando nuestras mesas con las mejores vajillas, la cristalería de la abuela, las velas o la cubertería de plata. Registramos nuestros armarios tratando de encontrar la prenda perfecta para celebrar el fin de año; y sino encontramos nada, por supuesto, lo compramos, aunque luego no nos lo volvamos a poner en la vida.
El caso es gastar, comprar y derrochar sin apenas sentido. Ante ello, esto es la Navidad. Señores, vamos a ser responsables… con lo bonito que es recibir un presente en cualquier momento, junto con un ‘te quiero’, sin más motivo que ese y porque me apetece hacerlo ese día y en ese justo momento.
La realidad es que pasamos la mayor parte del año comiendo comidas caseras y asequibles al bolsillo; sin embargo, cuando llega la Navidad, aparecen las cigalas por doquier, el caviar, el pavo relleno, los dulces típicos y, por supuesto, el gran reserva, sin importar el coste y el derroche que supone. Gastamos hasta quedarnos sin un duro, perdón, sin un euro, de tal manera que no subimos la cuesta de enero ni con grúa.
Mientras el símbolo del ‘Niño Jesús’ en un pesebre resulta algo surrealista ya que importa poco que a cada segundo muera un niño de hambre en el mundo y que los rincones de las calles guarden los cuerpos de mendigos pasando frío y penurias. ¿Por qué no pensamos en ello y cuál es el modelo de convivencia e implicación que se ve en todo el tejido social?
¿Es ese el espíritu navideño que existe…? Pues me parece realmente triste.
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